De nuevo visitamos el CEI Colorines
Hoy hemos vuelto al Centro de Educación Infantil (CEI) Colorines, donde enseñamos a niños muy pequeños, muchos son párvulos, algunos juegos de mesa con los que entretenerse. Estuvimos preparando con esmero y con nuestras mejores intenciones el tablero, un cartón resistente que hiciera de soporte, plastificamos el tablero junto con el cartón, confeccionamos un tiradados para que ni los dados anduvieran rodando por el suelo ni los más pequeños se los llevaran a la boca, y finalmente elegimos un total de 16 tapones de diferentes colores y marcas para que hubiera amplias posibilidades en la elección de la ficha que representaría a cada cual.
Prestando atención a las escasas reglas que tiene el juego
Pues bien… atender sí que atendieron a las explicaciones, peeero… Esta semana retrasamos un día nuestras apariciones en el CEI Colorines por causa de la festividad nacional del pasado lunes. Y hoy era viernes y no era el día: el calor, el cansancio acumulado de la semana, el hecho de que hoy eran menos… No sabríamos decir el por qué de nuestro pequeño fracaso. O sí, si hemos de ser sinceros. Pero vayamos por partes.
Ya se ponen a jugar solos
Gustar creemos que gustó, pero no en la medida de nuestras expectativas. El tablero tenía todo el colorido posible como podéis comprobar en las imágenes. Pero tal vez quisimos darle al juego un plus educativo que quizá se correspondía a niños algo mayores. Y es que los vemos en el CEI Colorines junto a otros que son casi bebés (los que aún tienen tres años) y olvidamos que tienen 5 y 6 y 7 años.
Como observaréis en la foto de aquí debajo en el tiradados incluimos dos dados. La idea era aprovechar para sumar o/y restar, jugando con las sencillas reglas del juego. Pronto vimos que no iba a ser posible que en la primera partida, antes de cada tirada, eligieran si sumar o restar (incluso incluimos dos dados de diferente color para diferenciarlos más adelante y jugar con la posibilidad de números negativos).
En primer plano un tiradados casero ergonómico
El jugar con la suma de dos dados también debía darnos la posibilidad de que en la primera tirada los peones no quedaran apelotonados. Pues bien, el capricho de los dados dijo que sí se apilaran. Habíamos puesto de antemano la regla de que en caso de alcance quien estuviera en la casilla retrocediera una, y en cuatro tiradas hubo tres retrocesos, el tercero en cadena. Y la cosa se empezó a complicar. O la complicamos en exceso. Lo mejor hubiera sido un único dado, y compartir posiciones (después, hablándolo entre los monitores, nos dimos cuenta de que también podemos emplear la regla del porteo del tan laureado Camel Up).
Quisimos también hacerles trabajar las sumas y que no contaran los puntos de los dados sino que sumaran la casilla en el que estaban al número obtenido (ya debían sumar previamente el lance de los dados). Pero resultó que a la chica que tenía cinco años aún no le habían enseñado a sumar en el colegio y la que tenía seis aún estaba en prácticas y los dos mayorcitos se desesperaban. Optamos por el tradicional conteo, de una en una, por las casillas que debían transitar.
En fin que lo que nos parecía sencillo lo complicamos en exceso para esta primera partida. Lo que debemos hacer es jugar con las reglas más naturales y cuando comiencen a cansarse del juego introducir otras más complicadas y amenas. Además de sopesar el nivel educativo real de cada grupo de niños.
El pelotón se estira y se convierte en la serpiente multicolor
Y también, hay que decirlo, el caprichoso azar hizo que en las quince primeras rondas ninguno de los jugadores agarrara una escalera y sólo se los tragaran tres serpientes.
Así que después de irnos jugaron diez minutos más y (muy sabiamente por su parte) se dedicaron a otros quehaceres no menos educativos. Eso sí, hemos quedado tan heridos en nuestro amor propio (después de tanto desvelo y trabajo previo) que el lunes tenemos previsto dejarnos caer por el CEI Colorines para echar una partidita… pero con un único dado.
