D12 a 12 (segunda partida)
Como os decía al final de la anterior comunicación sobre las jornadas de D12 a 12 que vivimos en Oviedo el pasado domingo 26 de abril, la segunda partida de rol tuvo lugar en el turbulento y poco saludable mundo de Savage Worlds, donde la magia, la espada, la brujería y los sucesos paranormales y preternaturales conviven a diario con sectas agresivas, villanos autócratas, religiones oscuras, y un medioevo más próximo a los mundos de Conan que al rey Arturo. El árbitro de la partida fue Fran Vidal, quien siempre te sorprende con la minuciosidad con que prepara las partidas.
Savage Worlds, el juego de rol
Esta vez yo era un ladrón que formaba parte de un grupito de pretendidos expertos que eran contratados para una misión delicada: un astrólogo —en este mundo violento esa profesión va mucho más que la del mero alquimista— había cobrado por anticipado para obtener 10 escamas de sal. Ya imaginaréis que no era una sal común, de la de poner sobre la mesa. El sujeto llevaba días desaparecido con el dinero y con las escamas de sal y su casa permanecía cerrada sin que se observara desde el exterior el menor signo de estar habitada. El encargo venía acompañado de cierta premura pues la misión había de realizarse amparados en la oscuridad de esa misma noche y antes de que la Inquisición tomara cartas en el asunto y alcanzara a saber más de lo que convenía que tan macabra organización supiera. Además, y como quien no quiere la cosa, había un precio extra por cierto libro de anotaciones donde de seguro aparecían los nombres de los clientes del sabio. Ya estaréis viendo que el libro, en las manos adecuadas, tenía más valor que el oro, sobre todo si aparecían en él nombres de altos señores de la Inquisición.
Nuestro grupo de tres turbios personajes lo conformaba —además de un mí— un forzudo, experto en el manejo de un enorme mástil llamado patu, que por toda armadura vestía un taparrabos (doy fe de que en varios lances de la aventura fue atacado y los más fieros golpes resbalaban sobre su broncínea piel como un huevo que se estrella sobre una pared de ladrillo), y una especie de enano siempre encabronado con el mundo llegado de las Islas Piramidales con varias habilidades, entre ellas la siempre necesaria (en cualquier aventura) de la sanación.
Ataviados como estábamos en el momento de nuestra contratación decidimos acercarnos al final de la calle de los Hojalateros, donde moraba, al menos días atrás, el viejo. Como aquello estaba tranquilo accedimos sin gran esfuerzo —merced a mis habilidades con las ganzúas— al jardín que rodeaba aquel chalecito de dos plantas y bajocubierta abovedada en plan planetario. Estaba ya oscuro y allí vivimos el primer susto. Unos seres pequeños y blancos en número múltiple arremetieron contra nosotros haciendo un gran estruendo. Como iba el primero eché a correr hacia el porche de la casa para salvar el pellejo de aquella aparición, pero el del patu decidió solmenarles un garrotazo y de una tacada mató media docena de gansos. (Conste que hay gansos adiestrados que atacan y pican con obstinada vehemencia).
Acallados los graznidos de los palmípedos decidimos entrar en la vivienda no sin extremar las precauciones. Yo ya había jugado una partida arbitrada por Fran Vidal y temía que todo lo que estuviera al alcance de mi mano fuera una trampa (cuentan que en una de sus partidas la hecatombe fue de tal magnitud que hasta el máster palmó).
He olvidado deciros que mi personaje tenía la habilidad de ver en la oscuridad, pero debía mantenerla en secreto porque ese aura generaba rechazo y desconfianza en las personas que me rodeaban. Así que cuando entramos en la casa descubrimos que no habíamos llevado ninguna antorcha. A mí me daba igual pues veía perfectamente, pero tuve que tener buen cuidado de que mis nuevos amigos no me descubrieran porque me hubieran linchado allí mismo como si fuera un nigromante con lepra.
Al entrar en la casa llegó la sorpresa que nos tenía preparada Fran. De una de sus incontables bolsas sacó unas figuritas que representaban nuestros personajes y que había hecho él mismo con una impresora 3D. Os voy a ir dejando fotos de los pasos que dimos por aquella aberrante casa. Los muebles y el piso, las puertas y las escaleras también las había hecho Fran con la impresora 3D. Un lujazo. Y un acierto de la Organización de las jornadas el haber contado con él.
Entrando en la casa con temor y prudencia
En la planta baja había un pasillo, tres habitaciones y escaleras que llevaban a un sótano y otras que subían al piso superior. En la primera, a mano izquierda, iluminada por una tenue luz, estaba el cadáver del criado cubierto de gusanos e insectos. El muerto, que había sido degollado, estaba en estado putrefacción y unos ideogramas se veían en torno al tajo como si de un tatuaje se tratara. Allí no había nada que nos sirviera, salvo algunas monedas de escaso valor.
Avanzando por el pasillo con prudencia y temor
Antes de seguir, y viendo lo que llevo escrito, debo deciros que la aventura fue densa. Tan densa como que duró 4 horas. Así que no voy a detallarlo todo. Apuesto a que la tenéis en el blog de Fran Vidal, Abro la puerta y miro, nombre que a todo buen rolero le hará sonreír. Así que iré contándoos la aventura grosso modo para que os hagáis una idea.
La siguiente estancia, a mano derecha, era la biblioteca, donde aparentemente el mago recibía sus visitas. De verdadero valor para nosotros sólo encontramos material para hacer unas teas. Ningún libro de anotaciones tan valioso como el que buscábamos iba a estar al alcance de forasteros visitantes. La siguiente, a mano izquierda de nuevo, era la cocina. Atizamos el fuego, lo que no dejó de ser un error al mostrar al exterior que la casa volvía a estar habitada. De valor había algunos cuchillos, una vajilla de porcelana… nada que pudiéramos llevar en un bolsillo. Y abrimos la despensa… Sí, abro la puerta y miro. ¡Y joder qué susto! De allí salió un tentáculo o una lengua llena de ojos que al bárbaro le sacudió un hostión, pero tras la tirada de daño con el bono de corteza de abedul que era la piel del cimarrón, casi que se hizo daño el tentáculo. Yo volví a poner pies en polvorosa, y el enano encabronado también, mientras el bárbaro nos preguntaba que adónde íbamos tan deprisa. Y el tentáculo que se estiraba y estiraba. Ganamos la puerta de la cocina y la cerramos con estrépito… El mismo que causó el tentáculo al chocar con la maciza puerta de madera. Los paños de la puerta no resistieron el choque y se resquebrajó. Imaginaos cómo era la piel del cachas. Como el tentáculo amenazaba con salir al pasillo y comernos a todos, entre el enano cabezón y el gigante comenzaron a golpear y a acuchillar al tentáculo hasta que lo redujeron al tamaño de una tapa de pulpo.
Abro la puerta y miro o cómo salir pitando de la despensa
Terminado con el primer enemigo serio (ni los gansos ni el cadáver degollado merecen siquiera el título de enemigos) nos dispusimos a bajar al sótano. Allí un escalón cedió y tras crujir se rompió; casi caemos rodando hasta el suelo de la bodega aquella. Cuando la iluminamos con las antorchas improvisadas vimos que todo el suelo estaba cubierto de un agua ligeramente legamosa donde unos seres blancos y aparentemente ciegos nadaban y saltaban a gran velocidad. Un sonido pulsátil surgía del techo de la bóveda aquella, así que salimos zumbando de aquel lugar tan húmedo que no hubieran aguantado unas escamas de sal. Aquello nos nos convenció de que estábamos dentro de algo que parecía una casa pero que podía ser mil cosas más.
En la piscina del sótano… aquí no se nos ha perdido nada
Subimos en orden hacia la planta superior… y allí fue donde palmé. Al entrar en el pasillo yo iba delante como corresponde a todo ladrón (aunque aún no sé por qué). Mis dos musculosos amigos iban detrás. Pasado el umbral de la puerta que daba al pasillo de la planta superior había dos criaturas felinas que cuando conseguimos deshacernos de ellas se convertieron en sendos ramilletes de ojos que encima te volvían a atacar. Las tiradas de estos PNJ las realizaba el máster, y en el primer y único fustio que me llevé empezó a explotarle el dado: 6, 6, 6, 6… Hasta 27 puntos de daño me llevé de una vez y caí sin posibilidad de utilizar mis piedras de héroe. Me dejaron entonces gastarlas en intentar inútilmente emular tal explosión de seises. Luego me devolvieron alguna para que intentara pasarlas a mis compañeros. Entonces el enano encabronado se apiadó de mí y decidió utilizar sus dotes de sanación. Mientras el gorilón que llevábamos daba cuenta con su patu de aquella aberración infernal y se llevaba un par de ataques de varios seises que nada le hicieron, yo conseguía volver a la vida del rol desde la luz del más allá del final de partida. El enano había logrado obtener suficientes puntos a base de explotar dados como para sanarme y el máster resolvió la acción diciendo que lo mío había sido un ataque de pánico, un piscinazo en plan delantero tramposo, y que sólo me había dado un pinzamiento que el enano supo tratar. Todos reímos la ocurrencia pero a mí ya no me gustó seguir jugando. Empleé mal las piedras de héroe, y cuando a uno lo matan, pues lo matan. Jugué con cierta desgana hasta que se avecinaba el final de la partida, donde de nuevo una tirada desastrosa estuvo a punto de mandar mi hoja de personaje a la papelera de incineración.
Superada la prueba de los ojos asesinos oímos gemidos a través de una puerta. El enano metió su espada con intención de matar al animal que allí estuviera agazapado y lo que oímos a continuación fue el llanto de una dama. Tanto el enano como el gigante tenían que arremeter (por habilidad de su personaje) contra todo lo que se ponía delante. El caso es que cuando abrimos la puerta vimos a la hija del astrólogo con la mejilla ensangrentada por el corte que acababa de recibir de tamaña cuchillada. El enano quiso forzarla a hablar y después de casi segarle la cabeza ahora la zarandeó vehementemente. La chica, un PNJ que estaba a punto de entrar en shock, comenzó a hablar y a decirnos cuanto queríamos saber.
Shilka, mitad rehén mitad anfitriona, nos muestra la casa
Finalmente accedió a venir con nosotros a la habitación de su padre, pero antes, al volver a salir al pasillo, fuimos atacados por una especie de simio que emitía escalofriantes sonidos guturales. A duras penas reconocimos en aquella criatura al criado que habíamos visto al entrar en la residencia del anciano mago. La abominación se empeñó en llevarse consigo a Shilka, su ama, hasta que el mazas del grupo le metió un cachiporrazo en las piernas para derribarlo, por que saltaba como un condenado, para luego seccionarle la cabeza de un certero tajo con el afilado patu.
Nos ataca el muerto (detalle de las figuras 3D)
Entramos en la habitación del esotérico padre de Shilka y allí encontramos cuatro de las diez escamas de sal que aún quedaban si usar y el libro contable que ella misma ponía al día hasta que algo cambió en la casa y fue confinada a su cuarto.
Como buenos aventureros, en vez de marchar con el encargo bajo el brazo decidimos seguir explorando en el planetario. En una habitación alargada estaba el viejo en su último estertor convertido en un amasijo de carne medio transparente. De allí salió un potente chorro de insectos, reptiles y roedores que nos atacó, golpeando nuestros cuerpos y aturdiendo nuestras mentes. A duras penas evité caer en los oscuros recovecos que la mente nos tiene preparados cuando las vivencias superan lo comprensible, pero Shilka, tras reconocer a lo que fuera su padre, cayó desvanecida. Aprovechamos su desmayo para acabar con su progenitor sin tener que darla dos collejas por estorbar, pero el viejo se defendía. Yo llegué el primero merced a mi velocidad pero erré el golpe y el viejo se defendió con sus magias. El del patu arrojó una de las mesas, pero no la había agarrado bien y se le escapó de las manos. Cuando el enano llegó le infligió la primera herida, pero ni así. Tuvimos que emplearnos los tres a fondo para darle pasaporte al otro barrio, y justo entonces despertó Shilka, que corrió junto al cadáver de su anciano padre.
Llego el primero pero erro el golpe
El gigante acude en mi ayuda mientras el enano intenta ligarse a una Shilka desmayada
Acabamos con el demonio justo cuando Shilka recupera la consciencia
Me he dejado por el camino muchas otras vivencias, como las runas e ideogramas que todos vimos bailar delante de nosotros y que aparecían de la nada, el resquebrajamiento de las escaleras, o una silla que parecía que cobraba vida y se llenaba de musgo o moho y ramas verdosas. Y es que a Fran le gusta cuidar los detalles hasta el punto de que ya no sabes si son pistas sobre la aventura o si son distracciones que despistan de la aventura.
Fue dar muerte al viejo alquimista y la casa comenzó a cobrar vida y retemblar. No nos daba tiempo a bajar por las escaleras, aparte de que era correr del estómago del lobo hasta sus fauces, así que el enano decidió por todos y arremetió contra la reja que cerraba la pared lateral de la bóveda que servía de planetario, y aunque era bien sólida consiguió darnos esperanzas pues cedió un tanto. Luego, entre el forzudo y él consiguieron derribarla y abrir un camino hacia la salida. Ahí fue donde volví a cagarla con los dados; pifia y cuando voy a saltar me agarran unos tentáculos por los pies y tengo que ser ayudado in extremis ni sé por quién. No debía querer Fran que ninguno de su personajes la diñara ese día. Total que en vez de saltar, consigo caer desde el segundo piso y chocar contra el suelo y el bárbaro de manera que no me descoyunto todas las vértebras. El golpetazo al fortachón volvió a salirle gratis, y eso sólo ataviado con un taparrabos (desde el principio parecía que Shilka le prefería a él).
Y cuando estamos haciendo recuento de nuestras ganancias aparece la Inquisición, que andaba de patrulla y presenció cómo la casa cobraba vida. Adiós a nuestras ganancias y a nuestras cabezas por colaborar con la brujería (yo además era prófugo de esta fatídica hermandad). Entre la capucha de mi capa, la oscuridad de la noche y que la casa comenzaba a deshacerse cada vez más rápida y sonoramente, logré que no repararan en mí y escabullirme mientras los otros dos comenzaron a decir que habían entrado al oír los gritos de la joven, cosa que ella misma atestiguó agarrada a los musculosos brazos de su salvador.
Por si le quedaban dudas al noble que dirigía aquella patrulla inquisitorial la casa quiso atacarles y se vio obligado a dar orden a sus hombres de quemar aquello mientras él velaba por su propia vida y se apartaba de aquella obra del diablo. Shilka y los dos forzudos consiguieron también, amparados en la oscuridad y en el trabajo que empezaba a acumulárseles a los soldados, desaparecer de la escena. Reunidos luego con nuestro contratista le dimos las cuatro escamas de sal que según nos dijo tenían poderes sobrenaturales. El viejo astrólogo quiso usarlas y el poder de las escamas lo atrapó y lo llevó hasta su perdición. Del libro dijimos que lo habíamos perdido en la huida y que a esas horas sería pasto de las llamas, lo que pareció complacer al que pagaba, lo que además hizo generosamente.
Y dieron más de las 20:00 y no pudimos jugar la última partida de la tarde-noche. Teníamos una hora de viaje de regreso y al día siguiente había instituto y curro.
Muchas gracias a Pegasus Oviedo, y a Cristian Farpón y a Fran Vidal que nos arbitraron sendas partidas, y a Sara, a David, a Marcos y a Jaime que jugaron con nosotros. Y a los demás por participar en tan bonita iniciativa y por pedirle a los de Pegasus que repitan si no una vez al mes sí de manera bimestral. Os dejo una vista del aspecto de la tienda con tres partidas de rol simultáneas en una tarde dominguera de finales de abril.
Éste era el aspecto que mostraba Pegasus Oviedo el domingo