Más con política que manu militari
Por fin ayer domingo jugamos la final de Risk. Nuestros aguerridos mariscales de campo resultaron ser más aspirantes a políticos que gente de armas (pero políticos de los buenos ¿eh?, no de esa chusma que abunda y todo lo agosta). Mucha negociación, mucho pacto, mucho no me ataques ahora que no me viene bien.
En fin, que guerra, lo que se dice guerra, sí que hubo, pero acabaron repartiéndose el pastel entre dos bandos. Lo que en principio iba a ser un Highlander, tras caer eliminado Rommeleric se convirtió en un pasteleo cocinado (como no podía ser de otra manera) por Zhukovlolo. Ya empezaron las negociaciones tras el reparto aleatorio de territorios: que si toma el fértil Perú y dame la amplia Kamchatka; que si con ésta te dejo controlar Oceanía y dame ésa otra que todavía me queda Madagascar para controlar África; que si no pongas muchos ejércitos en Islandia, que no te voy a atacar Europa desde Groenlandia, y refuerza aquí para que no me entren en América del Sur… Luego, la ocupación de las sillas dictó los bandos. Llegaron incluso a intercambiarse las cartas de ejércitos ganadas tras las conquistas; y sin reparos se permitieron la desfachatez de regalárselas unos a otros. Aquello parecía más una partida de Colonos de Catán que de Risk: ¡aquello era Portobello Road! (donde se vende y se compra hasta el sol, que cantan en La bruja novata).
La Alianza formada por Zhukovlolo y MacArtholdo, a la que se sumó Yamamotóscar, nuevo en lides con perros tan viejos como éstos, fue comandando toda la partida. En el otro frente, el Pacto conformado por las huestes del eje Sergómery y Oskónev vendió cara su derrota. Pero desde el sur, las hordas aliadas fueron tomando el control del mundo y partieron el eje del Pacto.
Una vez conformadas las dos megacoaliciones mundiales finalizaron las negociaciones, aunque Zhukovlolo aún pretendía cambiarles cartas de ejércitos a los rivales, e incluso logró liarlos en un par de ocasiones.
Costar, lo que se dice costar, les costó una sangría de infantería y caballería. Las hostilidades se prolongaron por espacio de tres horas y los dados, siempre caprichosos, levantaron más de un doble grito de júbilo-decepción que fue acallado enérgicamente por el hombre de la teletómbola de al lado, cuya voz tenía menos cuerpo que un paraguas en varillas.
Finalmente, exhaustos, y con los ejércitos al mínimo en los territorios asegurados, el frente norte también cayó. Rendición y reparto de puntos para los aliados, que se negaron a liarse a mamporros entre ellos, entre otras cosas porque ya iba siendo hora de comer y había que plegar velas.
Hay que decir que como acudimos 8, dos nos pusimos a jugar al poco reconocido filler Un imperio en 8 minutos. A ver si hacemos un torneo de este jueguecillo que ya tengo ganas de probarlo a cinco bandas. Con la eliminación de Rommeleric, el general Runimitzbén enfiló proa hacia menesteres inconfesables. Así que me puse a jugar al Hive con el eliminado y luego al xiangqi. Y me hubiera gustado coincidir con Roque para echarle una al ajedrez chino, a ver cómo se le da.
Al final disfrutamos la mañana en un domingo gris y desabrido y empezamos a tomar conciencia de que ya nos está haciendo falta un local propio.
Os dejo una foto de la batalla en sus inicios, pero debo preservar la identidad de los contendientes por motivos de salud… (mi salud), que con esta tropa «no se juega».