Crónica de una quedada que quedó a medio quedar
(Con Roque de vacaciones —aunque nos sigue y postea algo desde su hamaca al sol— me toca a mí escribiros esta crónica).
Hoy sólo comparecimos cinco ajedréfilos en la quedada. Los motivos de tamaña deserción, queremos creer, son dos (bueno, en realidad lo que queremos creer es que los tenemos controlados).
El primero es el revolú que ha supuesto el rali de montaña. Algunos ajedréfilos también son aficionados al motor, otros sin embargo lo son a inmiscuirse en el bullicio que forman los seguidores de los coches, para otros el rali supone un aumento extra del volumen de trabajo, y otros simplemente no estaban a lo que se celebraba, que era la quedada.
El otro motivo, seguimos queriendo creer, es que la última reunión fue hace un mes y nos hemos desconectado del hábito adquirido. Entre la última y ésta organizamos las simultáneas con Esperanza Rivero. Estuvimos liados con el ajedrez, algunos de los habituales jugaron en las simultáneas, pero la costumbre de la quedada quizá la hubiéramos perdido.
Así que la propuesta ha sido… convocar otra para la semana que viene. Como podéis comprobar no desfallecemos y un tropiezo nos anima a continuar. Es la mentalidad del campeón.
Así pues, desde hoy queda convocada una quedada para el sábado 16 de mayo en el lugar de costumbre a la hora acostumbrada. Os informaremos durante la semana.
Sobre la reunión de hoy tenemos poco que decir. Sergio y Cristian también tenían pocas ganas, y tras algunas partidas con Aaron, que debutaba en nuestras reuniones, acabaron ausentándose hacia otros menesteres también muy agradables.
Agustín jugó conmigo una partida que llegó a trabarse pero que por mor de un cálculo fallido o frustrado (no me quedó claro) puede finiquitar el duelo. Pero esta vez jugó mucho más centrado. Y es que el dire acumula compromisos de toda índole, y no todos profesionales. Pero hoy ha cumplido como un campeón y creo que él mismo ha lamentado no poder dedicarse a sí mismo una tarde de asueto jugando a juegos de mesa.
Luego me llegó el turno de enfrentarme a Aaron. Tres partidas, una para cada uno. La segunda también fue para él, pero fue tan rápida y desordenada y el mate llegó tan intempestivamente que no fue ni partida, aunque el parcial arroje un 2-1.
La que pude ganarle, que fue la primera, llegó al final de peón. Aún así, habíamos quedado con dos alfiles en diagonales diferentes y una torre a mi favor y dos peones para él y uno para mí sin que el mío abandonara su casilla de salida. El final vino con un mate de torre y rey contra rey y un peón que andaba por allí y que poco o nada pudo hacer.
La tercera se definió también en los inicios de un final. Un error mío de no calcular propició el mate. Pero la partida, igual que la primera, fue intensa, con errores posicionales por ambos lados. Fueron ambas de esas partidas que te enseñan de ti mismo aunque luego tengas asumido que si coge la posición un experto ajedrecista te diga que tus cálculos no tenían siquiera sentido por tal o cual pieza que podía haber hecho esta o aquella otra labor.
Me quedé con la frase que me dijo Miguel Ángel Armas, grande del ajedrez, en mi visita de ayer al club Torre de Llanes: en ajedrez la amenaza es más fuerte que la ejecución. Y jugando con Aaron traté de ponerla en práctica. Nuestras damas estuvieron frente a frente durante varias jugadas sin que ninguna se molestara en capturar a la otra, mirándose ambas fija y fríamente a los ojos.
Me he llevado una sorpresa cuando ahora, tras buscar la frase en Internet, veo que se atribuye a un tocayo suyo: Aaron Nimzowitsch, aunque en algunos lugares aparece como Aarón y en otros como Aron.
Os dejo una instantánea del enfrentamiento entre Aaron y Cristian.
Cristian con blancas y Aaron con negras