Churros y chorrijuegos
Tendremos que explicar antes de continuar qué es un chorrijuego… Pues un filler sin mucha enjundia, algo fresquito y sencillito, algo para pasar el rato y hacer unas risas, algo como el culebras. Un dado y a jugar. El azar, el puro azar, a veces puede ser divertido. Otras no tanto, como cuando llevas jugando tres horas a un culoduro y se decide todo en la última jugada a un vuelco de muñeca. Evidentemente hemos estado jugado con niños pequeños.
Así que después de desayunarnos con churros y chocolate… ¡limpiamos la mesa de juego! Porque no se come allí donde se juega (ni allí donde se hacen los deberes, chavales). Y luego de limpiarla, jugamos gracias a la gentileza de Natalia que nos permitió jugar en su establecimiento cuando todos sabemos que no es del gusto del hostelero ver las mesas llenas y unos tipos jugando durante dos horas habiendo consumido tan sólo un par de cafés. Y ésta es otra lección que os damos gratis: antes de desenfundar un juego en un establecimiento hostelero, pedid permiso al dueño o al camarero, que sabrá cuáles son las normas de la casa. Pero lo mejor es preguntar antes de pedir la consumición, porque si ponen reparos estaréis a tiempo de migrar a otro local donde sí os permitan jugar. Claro que cada situación requiere un análisis previo; y aún así los más veteranos no estamos exentos de llevarnos una reconvención.
Tras la plática pseudofilosófica previa al veranito, os diremos que jugamos al culebras con las fichas del rey león y luego a un filler de lujo. Seguro que los aficionados ya sabéis cuál es nada más ver la foto. Ojito con el invitado que teníamos a nuestra derecha… Al tío le gusta tanto jugar a juegos de mesa que ya veis cómo se babeaba.