D12 a 12 (primera partida)
Doy por hecho que los roleros entendéis el título de esta entrada. Para los menos habituados os dejo esta foto que sacamos en Pegasus Oviedo del cartel anunciador. Fueron dos jornadas que se desarrollaron de 12:00 a 00:00 el sábado y el domingo.
El cartel de las jornadas roleras en Pegasus Oviedo
De Juego Sí fuimos sólo dos jugones el domingo, pues el sábado nos quedamos a echar una mano en las Simultáneas con Esperanza a Roque y los suyos. Aquí nos tenéis en la entrada a Pegasus Oviedo.
Portal de entrada a Pegasus Oviedo
Cayeron dos partidacas porque no nos era posible quedarnos hasta las 00:00. En la primera, arbitrada por Cristian Farpón, el comandante en jefe de Pegasus Oviedo, fui un espadachín del Japón feudal en el mundo de Go Ninja.
La misión era interceptar la comitiva de un noble para darle muerte fingiendo un asalto indiscriminado de unos bandoleros de medio pelo, encargo secreto de mi señor samurai que veía en nuestro objetivo un futuro rival levantisco. Conté con los servicios de tres mercenarios: un explorador, una kunoichi y un matón ciclópeo. A éste me vi obligado a abrirle en canal con mi sable tras una breve discusión casi al final de la aventura por haberme dado un fustio que me partió dos dientes.
Tirando dados en un momento de la partida
El plan que aprobé, escuchando a todos los que se jugarían la pelleja, era que la kunoichi se fingiera desvalida y víctima del secuestro de su hijo pequeño para que los guardaespaldas que iban de avanzadilla se detuvieran a ayudarla. No salió bien porque los escoltas resultaron ser tan profesionales que no cedieron ante las lágrimas de una mujer en apuros.
Confirmado nuestro fracaso, decidimos atacar la comitiva que venía tras ellos en un puesto de control de la guardia imperial atendido por campesinos reclutados a desgana. Éstos sí se tragaron la historia del niño secuestrado y abandonaron el puesto en busca de los forajidos, dejándonos expedita aquella misérrima fortificación para preparar una emboscada al noble y sus adláteres. Y ahí tuvo lugar la pelea con el gigantón porque no sólo se negó a obedecer mis órdenes sino que encima me hizo una ortodoncia sin cita previa.
Explicaciones de la kunoichi durante una toma de decisiones
Con el matón criando malvas, volvimos a fingir la treta, esta vez ante el noble para ver si se confiaba y se brindaba a socorrer a una pobre madre violentada. Nuestra guerrera fue al encuentro del caballero y logró que los guardias aceptaran acompañarla y protegerla. Cuando se acercaron al puesto de guardia asaltamos el carruaje —que más parecía una cárcel con ruedas— y tras una dura refriega donde la ninja se batió con bravura, a mí me dejaba semiinconsciente la embestida al galope de un caballo montado por un jinete colérico y el explorador dudaba entre hacerme caso para cobrar la bolsa o traicionarme vengando al forzudo, logramos desarticular el dispositivo de seguridad.
Superada con éxito la escaramuza, y con todas las precauciones del mundo, abrimos la portezuela de madera del carromato y bajó de él un anciano sesentón cuando esperábamos a un hombre de unos 40 años.
El viejo resultó ser un nigromante que a una voz logró que los cuerpos de aquellos que acabábamos de matar se levantaran y nos atacaran. De estos zombis no nos podíamos deshacer fácilmente y hubo que dar matarile al vejestorio. Ni así. Le seccionamos la cabeza, pero los zombis, que no eran peligrosos pero sí muy molestos, seguían obedeciendo las órdenes que emitía su voz cavernosa, la cual continuaba escuchándose por todas partes. De un envión metí su cabeza y su cuerpo decapitado y desnudo (porque le quitamos la capa por si la magia estuviera en ella) en el carromato de madera y pudimos, no sin trabajo, prender fuego a aquella aberración mientras la trémula voz del carcamal juraba eterna venganza.
La aventura estaba concluyendo y nos dirigimos al palacio de mi señor, adonde el noble había llegado hacía una hora. Por fracasar en mi misión tuve que escapar para salvar mi vida, avisado por mi maestro de armas de que había sido traicionado. El noble al que tenía que matar fue avisado del ataque con antelación y utilizó al nigromante como señuelo.
Y colorín, colorado… así concluyó esta aventura pero no nuestra diversión, pues en esas llegó el mensajero con nuestra comida. El rol es el único juego de mesa en el que los jugones nos permitimos comer algo durante la partida. En este caso las hojas de personaje ya estaban agotadas y casi nos sirvieron de salvamanteles… o más bien de salvamesas.
Y llegó la hora del papeo…
En otra entrada posterior os contaré nuestra segunda partida, que tuvo lugar en el siempre alucinante a la par que trepidante universo de Savage Worlds.